HISTORIA DE LA ORDEN
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La orden de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, como su nombre lo da a entender, ha sido instituida para honrar a la Madre de Dios. En el profeta Elías que la Sagrada Escritura presenta en la cima del Monte Carmelo en la profunda oración y abrasado de celo por la gloria de Dios y viviendo continuamente en su presencia, reconoce la orden al inspirador de la vida Carmelitana y lo reconoce como su fundador. Elías es llamado “Profeta de la Inmaculada” porque según tradiciones de la orden, en el momento en el que ve la nubecilla que sube en el horizonte, tuvo la visión profética de la Inmaculada Concepción de Nuestra Madre Santísima con todas las gracias que vendrían al mundo por medio de esta Bendita Madre.
Durante siglos, la vida eremítica florece en las laderas del monte Carmelo. Hacia el año 1210, el superior Fray Brocardo, pide y |
obtiene del patriarca de Jerusalén, San Alberto, una regla que ratifica y concreta su propósito de vivir “en obsequio de Jesucristo.”El centro de esta vida es la Sagrada Escritura, fuente de donde se nutren la oración contemplativa y la oración eclesial acomodada a las prescripciones de la Sagrada Liturgia.
Vivir en obsequio de Jesucristo exige que el alma trate de librarse de de los impedimentos que podrían apartarla del fervor de la caridad. Para lograrlo, la regla añade a la guarda de los consejos evangélicos el trabajo asiduo, la penitencia concretada en abstinencia y el ayuno; el silencio y la guarda de los sentidos. Además exhorta a precaverse de los peligros y tentaciones y a defenderse de las asechanzas del enemigo.
Santa Teresa de Jesus, profundizando en la primitiva inspiración de su instituto, en el espíritu de los fundadores y en las sanas tradiciones, pone por modelo a sus hijas a aquellos santos ermitaños del monte carmelo que gastaron su vida en obsequio de Jesucristo y de su Madre Santísima: “Acordémonos de nuestros santos padres pasados, ermitaños del monte carmelo, cuya vida pretendemos imitar. ¡Que pasarían de dolores, y que a solas, y de fríos y hambres y sol y calor, sin tener a quien quejarse sino a Dios!” (Camino de Perfección).
Con un admirable equilibrio y prudencia sobrenatural, Santa Teresa adapta (como luego pedirá el Concilio Vaticano II) ese género de vida a las condiciones de un monasterio. Además de la oración y contemplación, conserva el espíritu ermitaño, la soledad y el silencio, la pobreza, la austeridad, la penitencia.
La talla de los santos que el carmelo ha dado a la Iglesia son una demostración palpable de la perfección de las leyes con que se santificaron.
Vivir en obsequio de Jesucristo exige que el alma trate de librarse de de los impedimentos que podrían apartarla del fervor de la caridad. Para lograrlo, la regla añade a la guarda de los consejos evangélicos el trabajo asiduo, la penitencia concretada en abstinencia y el ayuno; el silencio y la guarda de los sentidos. Además exhorta a precaverse de los peligros y tentaciones y a defenderse de las asechanzas del enemigo.
Santa Teresa de Jesus, profundizando en la primitiva inspiración de su instituto, en el espíritu de los fundadores y en las sanas tradiciones, pone por modelo a sus hijas a aquellos santos ermitaños del monte carmelo que gastaron su vida en obsequio de Jesucristo y de su Madre Santísima: “Acordémonos de nuestros santos padres pasados, ermitaños del monte carmelo, cuya vida pretendemos imitar. ¡Que pasarían de dolores, y que a solas, y de fríos y hambres y sol y calor, sin tener a quien quejarse sino a Dios!” (Camino de Perfección).
Con un admirable equilibrio y prudencia sobrenatural, Santa Teresa adapta (como luego pedirá el Concilio Vaticano II) ese género de vida a las condiciones de un monasterio. Además de la oración y contemplación, conserva el espíritu ermitaño, la soledad y el silencio, la pobreza, la austeridad, la penitencia.
La talla de los santos que el carmelo ha dado a la Iglesia son una demostración palpable de la perfección de las leyes con que se santificaron.