LA SANTISIMA VIRGEN MARIA, REINA Y MADRE DEL CARMELO
La Santísima Virgen María, modelo incomparable para todas las almas de vida contemplativa, lo es particularmente para las carmelitas, “hijas de una orden que desde sus orígenes se configuró como toda de María.” Por eso, La Iglesia ha considerado siempre al Carmelo como una orden dedicada de manera particular al amor y servicio de la Madre de Dios. Su historia y sus tradiciones la han vinculado a ella con tan dulcísimo lazos, que sin el amor a María, el Carmelo dejaría de ser Carmelo.
Desde los primeros siglos puede verse el desarrollo de la tradición Mariana en el Carmelo. Es el amor a María el que ha entrelazado la historia con la tradición. Esta Bendita Madre ha favorecido a esta orden con muestras de predilección. Entre otras, esta la entrega del Santo EScapulario a San Simón Stock, general de la orden en aquel tiempo, con grandes promesas de favorecer a los carmelitas y a todos los que llevasen el Santo Escapulario. Santa Teresa de Jesús, en su intento de restituir la orden a su fervor primitivo, quiso esforzarse solamente “para servicio del Señor y honra del hábito de su Santísima Madre.” Nuestro Señor le dijo, cuando termino de hacer la fundación con gran esfuerzo: “Que le agradecía lo que había hecho por su Madre” (VIDA).
La misión de María hacia el Carmelo tiene este fin: reproducir en sus hijos rasgos espirituales del hijo primogénito. De aquí que las Carmelitas, consagradas especialmente por la profesión religiosa a la Santísima Virgen, ponen su vida en manos de María como medio, el más seguro, de llegar al pleno conocimiento del hijo de Dios (EF. 4, 13).
Es pues, la Santísima Virgen quien enseña a las carmelitas a cumplir la voluntad de su Hijo; y su intercesión la que sostiene su flaqueza, y la que alcanza de su divino hijo la plena realización de su misión en la Santa Iglesia (Constituciones).
Desde los primeros siglos puede verse el desarrollo de la tradición Mariana en el Carmelo. Es el amor a María el que ha entrelazado la historia con la tradición. Esta Bendita Madre ha favorecido a esta orden con muestras de predilección. Entre otras, esta la entrega del Santo EScapulario a San Simón Stock, general de la orden en aquel tiempo, con grandes promesas de favorecer a los carmelitas y a todos los que llevasen el Santo Escapulario. Santa Teresa de Jesús, en su intento de restituir la orden a su fervor primitivo, quiso esforzarse solamente “para servicio del Señor y honra del hábito de su Santísima Madre.” Nuestro Señor le dijo, cuando termino de hacer la fundación con gran esfuerzo: “Que le agradecía lo que había hecho por su Madre” (VIDA).
La misión de María hacia el Carmelo tiene este fin: reproducir en sus hijos rasgos espirituales del hijo primogénito. De aquí que las Carmelitas, consagradas especialmente por la profesión religiosa a la Santísima Virgen, ponen su vida en manos de María como medio, el más seguro, de llegar al pleno conocimiento del hijo de Dios (EF. 4, 13).
Es pues, la Santísima Virgen quien enseña a las carmelitas a cumplir la voluntad de su Hijo; y su intercesión la que sostiene su flaqueza, y la que alcanza de su divino hijo la plena realización de su misión en la Santa Iglesia (Constituciones).